Graciela Gonzalez
En esa juntura que reúne cartel y Escuela, ubico la extimidad y el rasgo político que distingue al cartel desde su fundación.
Los
ciudadanos del cartel están implicados en lo que acontece en la
comunidad analítica, en la experiencia transmisible del cartel como
instrumento, tan incómodo como éxtimo, que funciona en esta lógica de
no-todo.
Una ciudad inmersa en la topología de su época, su trauma, el psicoanalista en lo social, el objeto a en el cielo de la ciudad que habitamos y nos habita, lo singular, la sexuación, los arreglos, los restos, su enunciación.
Desde
el funcionamiento de esta lógica, quedé concernida en mi propia
topología como cartelizante, algo fue pasando de mi refugio en las
transferencias de trabajo en la institución, de lo que ha sido posible e
imposible en el grupo y delinea su real, su rasgo y su resto, al
trabajo en el MOL, con la decisión de formar parte de la comisión de
carteles; de la extimidad del análisis que lee ese paso como un deseo
que no se llevo la inundación el día que el cielo cayó, precipitó
implacable, en nuestra ciudad.
Un
deseo que, esta vez, no quedó envuelto en la búsqueda de garantías, ni
en formulas burocráticas; se tejió con otros, lo que bien podría llamar:
una experiencia en movimiento. Un pequeño paso por el agujero de la
pasión y la identificación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario